lunes, 26 de abril de 2010

Jugando con las estrellas

Jugaban en sus ojos las estrellas, siendo cómplices de esta acción la pequeña ventana que desde hace unos días era nuestro televisor de las nubes, la lluvia, y como en esta ocasión las estrellas, así mismo un cómplice más eran las lágrimas frescas y secas de Daniela.

El tiempo lo mediamos mediante mañanas y tardes, con nuestro reloj natural, jugábamos a que el día fuera lo más corto posible.

Jugábamos un juego que queríamos terminar, pero eso no dependía de nosotros, éramos parte de un juego de otros.

Esa mañana recuerdo que jugamos a no comer, a ver quién podía aguantar sin un bocado, y para hacerlo más interesante, teníamos las manos atadas a un refrigerador medio oxidado, muchos podrían haberlo tirado, pero en nuestro juego era una parte esencial.
La voz de Daniela se me había olvidado desde hace tres noches, y millones de gotas que resbalaron por nuestro televisor, mojando nuestros pies, mientras durante nuestro húmedo juego, los ojos de Daniela, sin parpadear me gritaban que siguiéramos jugando, que no podía perder.

Dos mañanas más, y un cielo gris nublado, fueron las horas y minutos para que entrara el réferi de este juego, tomando de la manos a Daniela invitándola así, a otro juego, del cual no podría ser partícipe, mas si un espectador. Gracias a que una puerta se abría con un propósito desconocido, podía ser espectador del juego de Daniela, que compartía con otros jugadores de diferentes equipos y aspectos, nunca antes vistos por mí. Aparentemente lo que entendí de ese juego, era que se trataba de que los otros jugadores tenían que descubrir quién era Daniela mediantes sus 5 sentidos. Y en un ruido incomparable que emitían los jugadores y unos cuantos espectadores iban descubriendo a una Daniela que nunca antes había visto, yo simplemente me aburrí de ver ese juego y baje la mirada, recordando unas de las últimas frases que Daniela me dijo antes de comenzar este juego.

“Gracias por haberme invitado, nunca antes había visto una playa tan solitaria, tan llena de estrellas”, mientras estas jugaban en sus ojos, al ritmo de la brisa del mar, que con un estruendo de relámpagos artificiales y asumiendo nuestra posición perfecta para comenzar el juego, fuimos vendados de los ojos, para ponerle más emoción al juego, esa noche, las estrellas dejaron de jugar.

La lluvia mojo mis pies, el sentimiento de Daniela latía entre sollozos y risas desesperadas, abrí los ojos. Al ver aquel parque de diversiones, que de forma intermitente había sido, el Disneylandia de las estrellas, pude notar como los ojos de Daniela, habían comenzado un juego diferente. Rojos como el rojo de los anuncios publicitarios, el rojo las rosas, o el rojo de la sangre. Dispersos como esa ave que un día vi volar hacia el norte, como las hojas sobre un rio que pasaba cerca mi casa. De forma diferente y jugando a hablar de forma diferente, para ver si podía entender la respuesta escondida entre sus labios, labios que un día bese y que hoy me ponían un acertijo, parte de un juego que nunca quise jugar.

Y según mi reloj, fue toda una mañana y así un atardecer, que como se iba ocultando el sol, los ojos de Daniela, estos se le negaban a las estrellas. Y esa hecho, marco mi siguiente juego, solo, decidí jugar a llorar, llorar hasta inundar mi propia área de juegos, hasta que perdiera.

El juego me agoto, y después de mi descanso, vi y no había pasado ni el primer nivel, y que Daniela con sus ojos cerrados me apoyaba a seguir jugando.

El ya mencionado réferi, abrió esa puerta que un día fue mi entretenimiento, vio a Daniela, la invitaba a participar en otro juego, al ver que ella no accedía con un gesto emotivo, y un gesto hubiera sido suficiente para ponerme de nuevo en el juego. Me vio y tras un juego de contacto físico, vi el rojo, el rojo que había visto esa noche en los ojos de Daniela.

La noche se acercaba y las estrellas brillaban de ansiedad por salir a jugar con Daniela. Es día las estrellas se fueron a jugar a otro lado.

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