martes, 12 de abril de 2011

Crónica: Un paso y otro por la paz.

Era imposible de llegar a aquella glorieta que los medios, redes sociales y alguno que otro rumor de la ciudad marcaban como punto de partida para la marcha por la paz, en la ciudad de Cuernavaca, Morelos. Eran las cinco de la tarde, hora acordada, y las calles se veían envueltas entre gente vestida de blanco.

Ni la edad, ni la clase social eran requisitos para unirse a la voz de miles de personas, unirse a una causa impulsada por el escritor y poeta Javier Sicilia. La razón de todo esto era hacer una marcha pacifica, transmitir un mensaje de paz, algunos con lonas que cruzaban los 3 carriles de la calle, otros con playeras donde las imágenes decían más de mil palabras. Las personas se iban juntando cada vez más, se saludaban unos a otros, conocidos, gente que no se conocía, todos convivían entre las dos glorietas más famosas de la ciudad. (Glorieta de la paz y la glorieta de Emiliano Zapata.) 5:17 a lo lejos se escuchaba esa ola de aplausos que iba de glorieta a glorieta, acentuando cada paso que daba Javier Sicilia, quien caminaba por el carril de a lado, y con unas percusiones por otro el lado la marcha daba inicio.

Eran gritos que expresaban el exceso de violencia que vive el país, gritos de desesperación de la gente, quien exclamaba paz de muchas formas posibles. Las calles en construcción, y no sólo de un nuevo distribuidor vial, sino con toda la gente presente era una construcción de una mejor sociedad, exigiendo un mejor camino a las personas encargadas del gobierno estatal y federal. Mientras la arcilla, y el polvo invadía las sandalias y manchaban las ropas blancas de los participantes, podíamos apreciar en el suelo, pinturas en grafiti, que hacían referencia a las 7 victimas fallecidas.

La gente parecía un mar en movimiento, miles de personas fluían por las calles de la capital morelense, y como adelante se gestaba una frase: “Ya no más”, esta era esparcida por las olas de este mar, que corrían a contracorriente, subiendo la empinada calle de Emiliano Zapata, y hasta llegar al punto inicial de nuestra marcha, donde gente seguía llegando para involucrarse en este movimiento, que según algunos medios de comunicación generó más de 35,000 personas involucradas en este movimiento social.

De pronto, al llegar a los cuarteles militaras un “shhhh” que recorría la marcha, callaba los gritos enojo, coraje e impotencia de algunas personas para darle más volumen al escritor que parado encima de una combi, misma que transmitía por radio todo minuto a minuto a través de RadioChinelo, y el poeta comenzaba a recitar un mensaje dirigido a los militares, con el micrófono en una mano, y una hoja tambaleante en la otra, les recordaba a estos, cual era el propósito de su persona, el proteger y cuidar a la ciudadanía, no crear pánico, no crear problemas. El fin de este dialogo sin respuesta fue marcado por aplausos que se volvían eco conforme recorrían a cada persona presente a lo largo de la calle. Frases como “menos cuarteles, y más hospitales” eran sugeridas a los aires de las puertas de los cuarteles de la vigésimo cuarta zona militar.

Las voces de miles de personas volvieron a cobrar volumen, conforme continuaba la marcha, con más ánimos de seguir a adelante y llegar al zócalo de Cuernavaca. El calor se hacia presente en la marcha, las personas caminaban con abanicos, y botellas de agua que compartían unos con otros, refrescando las gargantas para poder seguir exigiendo paz. Alrededor de 35 minutos de camino, nos llevo a la segunda parada donde el escritor habló una vez más.

“Y les hablo a usted procurador”, así hablo de una forma directa Javier Sicilia una vez más enfrente de la procuraduría del estado, una vez más quejándose de la injusticia y la falta de seguridad que existe en el país, una vez mas con el micrófono en la mano derecha, y una vez más con la aquella hoja de papel que temblaba al ritmo de pisadas de la gente, pero en esta ocasión con mayor apoyo de toda la comunidad reunida, que gritaba “Javier Sicilia somos tu familia” y los aplausos invadieron la calle de Tlatenango, y tan solo unos metros de la glorieta de dicha calle, parpadeaban los flashes de cámaras, y se grababan en cinta estos recuerdos de cómo la comunidad se unió.

Después de esto la marcha pacifica, fue invadida por gritos de personas que se quejaban del actual gobierno en Morelos, del presidente municipal y del gobernador. Frases que con un tono más alto, exigían un cambio, tono que aumentaba por aquellas personas que se mostraban inconformes con el gobierno, por aquellos que el coraje y la impotencia era el aire de sus voces.

Las palabras bajaron de nivel, conforme la gente caminaba y una que otra se trataba de retratar para algún medio, mientras que otros cuantos buscaban y perseguían a los fotógrafos y camarógrafos, en busca de fama. Las tiendas que circundaban el camino se llenaban conforme la gente se acercaba en busca de algo que tomar, y otros más listos compraban botellas de agua, mismas que ponían en una cubeta que cargaban sobre el hombro y caminaban directamente con el publico.

Los gritos y las frases no cesaban, cuando por algún momento se creo un silencio a mi redonda, el grito de una niña de aproximadamente 6 años, que caminaban de la mano de su madre quien vendía chicles y alegrías, sirvió de alimento para aquellas voces que habían callado por no más de 15 segundos.

Y sin perder el aliento llegamos al congreso del estado, donde un persona caracterizada como un ángel caído, sobresalía de las personas, y se retorcía con un terror en la cara, y otras siluetas de los fallecidos seguían apareciendo en el pavimento de las calles del centro de Cuernavaca.

Los policías marcaban la ultima vuelta de la marcha, frente al teatro Ocampo, la gente doblaba a la izquierda con miradas de satisfacción de haber llegado a esa meta, es ultima parada donde la música comenzaba a sonar, y las personas se juntaban unas a otras, y mientras dabas la vuelta para mirar atrás la gente, esta seguía y seguía llegando a escuchar el ultimo mensaje del día de este escritor y poeta, que viajaba con una familia de 35 mil personas. Era así como terminaba el desfile de voces, de pasos, de pancartas, banderas, globos, playeras, y de un sin fin de ilusiones por cambiar el país.

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